Escuchar Música en old fashion

Los smartphones hacen todo, pero a medias. Una de los hábitos que he perdido con la omnipotencia de estos dispositivos es la capacidad de sentarme a escuchar música, de darme el tiempo para saborear un álbum de cabo a rabo, o simplemente, tomarme el tiempo para curar mi propia playlist, como mera terapia ocupacional. Siento melancolía de la época previa a la universidad cuando el futuro era dedicarle un tiempo a colocar tus canciones en un dispositivo digital y reproducirlo mientras visitabas a los abuelos o simplemente en los viajes cortos al colegio.

Parece que tenemos más tiempo debido a las aplicaciones y las automatización que éstas representan, como domiciliar pagos o pedir la comida (hecha o solo los ingredientes) hasta el hogar, dándonos la oportunidad de hacer más cosas con nuestro tiempo. ¿Pero qué cosas? ¿tenemos más sentido en nuestra vida?

De las cosas más deliciosas de viajar es el hecho de planificarlo. ¿Por qué no hacer lo mismo con la música? ¿Por qué depender de la batería del móvil? Lo ocupamos para todo que tenemos que interrumpir sus funciones cada 10 minutos, enviar mensajes, recibir llamas, navegar en Internet por alguna curiosidad, mientras despliega el mapa. Dependemos demasiado de una sola batería y todas los dispositivos que nos ayudarían a extenderle la vida.

Me he dado a la tarea de hacerme de un reproductor de música sin conectividad inalambrica ni acceso a Internet. Pretendo darme el tiempo para buscar la música que quiero estar escuchando en los siguientes días, semanas o meses. Hacer mi propio apartado de tiempo para curar mi lista de reproducción y escucharlo en la mejor calidad posible, sin que ello ocupe mi teléfono o altere la dinámica de escuchar mi música. Es reapropiarme de mi escucha y del significado que eso tiene en mi día a día.