Es, sin duda alguna, una pregunta que tiene muchas respuestas y que ha sido formulada en incontables veces. Cada respuesta depende del individuo, su momento y el tema que quiere tratar.
Desde hace unos años vengo formulando la necesidad de hacerlo en un medio electrónico, que me permita regresar a esos textos sin el amparo de una búsqueda premeditada. Accidentes.
He pasado por diversos medios y también los he abandonado por falta de secuencia. De alguna manera no estaba listo para la entropía de la que somos partícipes. El tiempo dedicado para mantener todo junto, pegado, ordenado, congruente; me llevaba más tiempo que el mismo acto de escribir.
Escribir es un acto.
Escribir reivindica, afila el pensamiento (no sólo leer lo hace), te hace un espacio pequeño entre los innumerables textos de lo que en mis tiempos conocíamos como blogosfera. Una esquinita en Internet.
Quiero un espacio propio y, a diferencia de hace muchos años, ahora estoy dispuesto a someterme a ese catarsis, desorganización; y sobre todo, temporalidad.
Cuando escribes te expandes, divulgas, te revelas o te contrastas. Todo al mismo tiempo. No hay penas que se escapen a la pluma y papel (¿o debo decir a la página en blanco y al teclado?) ni secretos que se puedan mantener en la penumbra; solo se pasan por el tamiz y están listos para llegar a otros ojos. A otros incautos.
El proceso de escribir es más una sentencia que llama a la acción que a su contemplación.